Política comercial de Trump. La política de comercio exterior de Trump constituye uno de los elementos más relevantes de su Presidencia, al igual que lo fue de su campaña electoral, ya que situó en los tratados de comercio exterior parte de los problemas de la industria local. De hecho, China fue objeto de ataques durante la campaña por diversos factores; el TPP fue durísimamente criticado e incluso el NAFTA fue señalado como uno de los elementos que habían empeorado la situación de los trabajadores estadounidenses.
En lógica con lo anterior, en los primeros días después de su toma de posesión, Trump firmó el desistimiento estadounidense de la ratificación TPP, el Trans Pacific Partnership. Era el primer gran acuerdo comercial multilateral de los últimos años que negoció Obama en los últimos años y que ahora queda camino de su desaparición, dado que por su estructura dependía de la presencia de Estados Unidos. Era un acuerdo que generaba pocas simpatías incluso en el Partido Demócrata, en el que tanto Clinton como Sanders lo veían como un problema. No obstante, ahora han aparecido voces en el sector agrícola en contra de su paralización.
Al mismo tiempo, comunicó a México y Canadá que quiere renegociar el NAFTA; lo que puede tener consecuencias más graves para el primero que para el segundo. De hecho, Canadá ha dado por superado el Tratado de Libre Comercio entre los tres países, nacido en 1994. No obstante, desde entonces parece que ha retraído un tanto sus críticas y la postura negociadora frente a México y Canadá no va a ser tan dura
De momento, el TTIP no parece estar en sus prioridades, de hecho lo que ha señalado hasta ahora es que se lo están pensando. De hecho, como ya señalé en otro artículo, se puede decir que el TTIP no está muerto sino hibernando a la espera de una decisión en la Casa Blanca. No nos engañemos sobre un dato: el TTIP tenía grandes dificultades incluso bajo la Presidencia de Obama. El objetivo era muy ambicioso y la separación demasiado grande.
Nada inesperado, aunque la denuncia del TPP ha sido el acto de mayor transcendencia desde que llegara a la Presidencia, mucho más que el Decreto sobre el Obamacare, que tan mal tramitar parlamentario ha tenido..
Partiendo de los datos conocidos aparecen unas consecuencias:
1. Trump rechaza los tratados multilaterales de comercio en los que alguno de los signatarios sea un Estado con costes laborales y requisitos medioambientales y de seguridad bajos. En su opinión, esto incentivaría la deslocalizacion de actividades y el hipotético daño a la economía estadounidense. De hecho, la política de gestos (cuya importancia real veremos en el futuro) va en la línea de que las grandes empresas estadounidenses vuelvan a diseñar, producir y ensamblar sus productos en este territorio.
En este planteamiento laten más elementos populistas que económicos. Los datos que han mostrado algunos economistas muestran dos aspectos: el NAFTA ha eliminado muy pocos puestos de trabajo en los EE.UU. -0,14% en trabajo manufacturero fuera de la agricultura- y, por otra parte, son los puestos menos cualificados y de peores condiciones económicas. Incluso se podría señalar que los efectos negativos para la economía estadounidense se produjo especialmente en a final del siglo pasado y en los primeros años de éste, que es cuando entro China en la Organización Mundial del Comercio. De hecho, durante el mandato de Obama el peso de la industria en el empleo estadounidense se ha mantenido estable. Y si comparamos el periodo habido entre 1995 y 2008 observaremos que la caida del peso de la industria fue comparativamente mucho menor a lo ocurrido en los años precedentes, especialmente en los setenta del siglo pasado. Habría que pensar, en este sentido si esta caída no ha sido la consecuencia de la redefinición de la economía internacional.
En este sentido, hay un dato que resulta paradójico: las carencias detectadas del sistema educativo estadounidense en relación con la economía globalizada no han sido un elemento central del análisis de Trump y sus asesores.
2. La voluntad de negociar acuerdos comerciales bilaterales refleja cuál es la nueva orientación en política exterior, en donde piensa que tiene mayor capacidad de imponer sus criterios que en acuerdos multilaterales donde hay que tener mayor flexibilidad y capacidad de ceder para llegar a acuerdos que satisfagan a todos los signatarios. De hecho, ha cambiado el TPP por la negociación con Japón de un nuevo tratado comercial bilateral.
3. En consonancia con lo anterior, no creo que exista un cambio radical en la política comercial, en el sentido de olvidar la apertura al exterior y vuelta al proteccionismo. Este último no sería bien visto por la sociedad estadounidense teniendo en cuenta los amplios incentivos que hay para la exportación y que constituyen un elemento central en la generación de renta, sobre todo para los agricultores. Al mismo tiempo, las dificultades del proceso legislativo harán que se desarrolle mucho más lento.
Donde si habrá cambios en los tipos de acuerdos a los que se llegue, como se ha señalado con anterioridad.
4. El TiSA,Trade in Services Agreement, como acuerdo de prestación de servicios, posiblemente quede fuera de la animadversión de Trump. De hecho, puede suponer una ampliación de los mercados más lucrativos para el know how de las empresas estadounidenses. El mercado de servicios está dando unos beneficios superiores al de bienes.
5. El TTIP no ha estado en el ojo del huracán hasta ahora. No obstante, es cuestión de tiempo que pueda ser objeto de críticas si impusiera requisitos de seguridad y protección del medio ambiente muy grandes a los estadounidenses y si los europeos impusieran la apertura del mercado de contratación pública. La situación actual no es mala, la media de los tipos de aranceles son bajos y garantiza, al mismo tiempo, la soberanía comercial que quiere Trump.
6. El análisis que realiza Díaz Lanchas para Agenda Pública muestra dos aspectos interesantes que afectan a las consecuencias de la medida adoptada por Trump: China y México constituyen los paises con los que la integración comercial estadounidense está siendo mayor.
El segundo dato consiste en que las consecuencias afectarían a la producción de bienes y servicios de prácticamente todos los Estados de los EEUU, salvo Montana, Idaho, Wyoming, Nebraska y las Dakotas. Más aún, afectaría a los que más han apoyado a Trump hacia la Presidencia, el Midwest y Texas.
7. La decisión de Trump obvia el impacto que puede tener la falta del TPP en Asia y, en particular como puede beneficiar a China y la India en el diseño de a política comercial global. La participación del Presidente chino en Davos y su discurso en pro de la globalización no debe ser olvidado. Esto constituirá el impulso definitivo al RECP (Regional Comprehensive Economic Partnership), que agruparía a Australia, Brunei, Camboya, Corea del Sur, China, Filipinas, India, Indonesia, Japón, Laos, Malasia, Myanmar, Nueva Zelanda Singapur, Tailandia, Vietnam.
8. También obvia que ciertos países de América, como Chile, Perú y México tienen interés en participar en el RCEP. Con ello, va a facilitar que “el patio trasero de los EEUU” (en terminología de la guerra fría) caiga bajo la influencia de China.
9. La visita de Theresa Myes a Washington y el deseo de llegar a un acuerdo comercial con EEUU muestra dos cosas: por un lado, el deseo de ambos de llegar a acuerdos bilaterales. Al mismo tiempo, es la unión de dos países que tradicionalmente han tenido muy buenas relaciones, que se encuentran con una política parecida de salida de bloques y que han de buscar un nuevo marco de relaciones en el mundo globalizado. La rapidez británica deja en fuera de juego a la Unión Europea.
Y, en segundo lugar, que este modelo puede ser el que opten los EEUU en sus relaciones con terceros. No pueden dejar de favorecer sus exportaciones y para ello no pueden paralizar las importaciones.
Si todos los aspectos anteriores hay dos elementos de mayor entidad:
1.La guerra comercial con China, caso de producirse, sería un desastre. Los augurios no son nada buenos, ya que durante la campaña electoral acusó reiteradamente a China de
a) Realizar prácticas anticompetitivas a través de la manipulación de la cotización de su moneda, que está anormalmente baja. Este elemento constituye uno de los vértices de la política para los primeros 100 días;
b) de apoyar de forma extraordinaria a su industria para mantener bajos los costes de producción y
c) de apropiarse ilícitamente de la propiedad intelectual estadounidense. No podemos olvidar, como transfondo de lo anterior, que EEUU debe un 10% de su deuda externa a Pekín.
No obstante, las consecuencias pueden ser mayores dado que el peso que tiene China en el comercio internacional derivan de un dato sobre el que Trump ha guardado silencio: la entrada en la Organización Mundial del Comercio
2. El limitadísimo papel que está jugando la Unión Europea, cuyos máximos dignatarios ni siquieran han acordado tener reuniones bilaterales con Trump. Las elecciones francesas y alemanas dejan sin impulso a Europa frente a Trump y esto puede hacer que durante este año las cartas queden repartidas. Sería muy empobrecedor para el peso geopolítico de Europa, para la política comercial y exterior de Junker que el único factor que esté en su haber sea el CETA. Y ello con independencia de que la posición que se tenga sobre el referido tratado.
Las anteriores consideraciones chocan con la imprevisible personalidad de Trump, su ausencia de un programa de gobierno claro y los problemas que están teniendo algunos de los cargos designados en el examen del Senado. Y por ello, pueden dar un vuelco en cualquier momento.