
La pandemia de la COVID19, peste china en el lenguaje del autor, nos ha puesto encima de la mesa numerosos interrogantes para su tratamiento y resolución, incluso a los que nos dedicamos a un campo menor, como es el derecho.
Pero es llamativo ver cómo la cuestión analizada por el Prof. Muñoz Machado, la organización administrativa para luchar contra la pandemia, no se ha desarrollado en unos contornos desconocidos. Lo que nos hace recordar aquella frase de Karl Marx, en «El 18 de Brumario de Luis Bonaparte», complementando lo que señalaba Hegel: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.
La lectura de la parte esencial de este trabajo es una historia administrativa de la lucha española contra las pandemias. Y, en ella, se ve cómo la cuestión central ha radicado siempre en el ejercicio de las competencias para mitigar los efectos. Una distribución de competencias que antaño igual que hogaño no resultan sencillas. Posiblemente la diferencia estribe, lo que no es menor, en el impacto mediático de cada uno de los pasos que se daban, aspecto que ha perturbado una gestión racional de la pandemia. Aquí el autor, buen conocedor de la legislación sanitaria después de estar en el Ministerio del Interior (donde radicaba la sanidad) cuando el cólera asoló parte de Andalucía, recuerda alguna de las carencias relevantes de la legislación para unificar en un único cuerpo toda la materia.
¿Necesitaba la gestión de la pandemia el estado de alarma? Muñoz Machado afirma taxativamente que había medidas suficientes en la legislación sanitaria para adoptar las mismas medidas sin necesidad de una medida extraordinaria.
Posiblemente tenga razón, aunque creo que es una cuestión menor dentro de lo ocurrido entre los meses de marzo y junio de 2020. No había un clima político adecuado para otra solución. Hay que recordar las manifestaciones de la calle Núñez de Balboa o Aravaca (y la inexplicable reacción de Isabel Diaz Ayuso) como exteriorización de lo que ocurrió.
Aquí también, hay que recordar cómo políticamente desde las Comunidades autónomas de cierto signo político se quiso ganar el pulso político de gestionar lo que aparentemente era más agradable, el desconfinamiento.
Un clima contrario a las medidas adoptadas por el ejecutivo que permitió algo que no tiene ningún sentido: que la jurisdicción contencioso-administrativa sea quien acabe autorizando las medidas que adopte el poder ejecutivo, en una suerte de poderes para los que claramente no está capacitado.
La cuestión es, recordando los primeros momentos de la crisis, con las dificultades de acceso a los productos sanitarios y con la presión judicial que se produjo, si hubiera sido posible gestionarlo sin que se hubiera decretado el estado de alarma. Un estado de alarma, por cierto, que tuvo un control parlamentario exhaustivo durante los meses en que duró y en donde los cambios en las mayorías que lo aprobaron reflejaban la crisis política que se quiso organizar alrededor de la pandemia.
Dificultades organizativas y dificultades de ejecución. Frente a los “dos cordones, compuestos de tropa de infantería y caballería, milicia nacional o paisanos armados en caso necesario”, en la actualidad el cambio a los modelos perimetrales locales o inferior al local no han tenido la efectividad requerida. De hecho, viendo algunos de ellos, la pregunta es si existe un confinamiento perimetral o algo de placebo de la Comunidad autónoma afectada.
Cambio también en que, frente a la exigencia general de las autoridades locales en el siglo XIX español de endurecer las medidas de restricción de actividad, en la actualidad han sido algunas Comunidades autónomas, como la de Madrid las que han dado una prevalencia al mantenimiento de la actividad económica sobre la prevención de la propagación de la enfermedad.
En definitiva, como siempre, el Prof. Muñoz Machado nos trae un trabajo para pensar y aprender. La COVID19 nos debería obligar siempre a recordar y a ponderar para no caer en la farsa de la que hablaba Marx.