Hoy, miércoles 16 de agosto, comenzarán en Washington las conversaciones para la renegociación del NAFTA entre Canada, EEUU y México.Están previstas siete rondas negociadoras y el deseo, un tanto optimista, de que pueda estar concluido a finales de año.

Este es uno de los objetivos de Trump desde que lanzó su candidatura es su modificación ya que considera que resulta perjudicial a los intereses estadounidenses. Una realidad que si observamos únicamente la balanza comercial entre los tres países no deja de ser cierta, especialmente en el caso mexicano. Cuestión diferente es que hay algo más en estos tratados y que es complicado que la balanza sea inversa teniendo en cuenta la fortaleza de ambas economías.

 

Posiblemente, desde la perspectiva estadounidense la gráfica que más preocupe sea ésta, donde se refleja la evolución del comercio de bienes entre ambos países.


El NAFTA o TLCAN es el tratado de libre comercio que se suscribió en 1994, después de una negociación llevada por dirigentes consevadores y muy favorables al libre comercio en los tres países. Una situación que hoy no se da; particularmente por el inquilino de La Casa Blanca.

Esencialmente la renegociación es complicada porque EEUU quiere cambiar muchos aspectos, algo a lo que sus dos socios no están muy propensos. No solo es un problema de cantidad de los cambios sino también de su intensidad.

Así, EEUU quiere eliminar el sistema de paneles para revisar las decisiones de las respectivas administraciones que puedan beneficiar a sus productores. El sistema no es arbitral como el del TTIP o CETA pero supone la separación de la justicia ordinaria de estas medidas. Es de nuevo el riesgo de nacionalidad de las decisiones judiciales que está en la base de los arbitrajes de inversiones. Canadá, que ha salido tradicionalmente negociada, lo considera una línea roja; especialmente ahora que se ha de analizar el incremento de los aranceles a los derivados de madera para construcción en un 27%. Para México no hay tampoco lugar para el cambio.

Para los EEUU, Canadá plantea otro problema con el sistema de protección de sus ganaderos con precios fijos y cuotas de producción que impide que entre la leche de Wisconsin. Es uno de los aspectos que más preocupa a Trump. Este es un problema que tiene aspectos parecidos al debate sobre las denominaciones de origen del TTIP en donde las posturas son totalmente diferentes.

En relación con México el problema es otro. La deslocalización de actividades hacia Este país deriva del bajo coste de la hora de trabajo, inferior incluso a la que se está pagando en China 3.6$ frente a 2.1$). Una medida que no solo provoca problemas (más aparentes que reales) a las zonas productoras de coches de EEUU sino también a Puerto Rico, que perdió parte de sus ventajas comparativas cuando se aprobo el Tratado. De ahí deriva el interés de Trump en incluir un capítulo de clauSulas sociales.

Obviamente, para México esto supondría la pérdida de su condición de país exportador, aunque sea en condiciones que impiden la adquisición de productos por sus nacionales. Y puede significar la pérdida de posición en las negociaciones con la Unión Europea.

U al mismo tiempo reaparece una de las cuestiones que tanto se discutieron durante la negociación del TPP: el fortalecimiento de las reglas de propiedad intelectual para proteger a las industrias farmacéuticas a través de una ampliación de los plazos de patentes.

Como se puede apreciar, es un proceso renegociador planteado por los EEUU para cambiar aspectos del NAFTA que no resulta satisfactorio para la Administración Trump. Por ello, el primer paso para ellos sería romper la pinza que pueden plantear los otros dos socios. La dureza negociadora que se supone a los representantes de los EEUU -derivada de su experiencia en el sector privado adquiriendo empresas quebradas- no parece que sea la más oportuna para conseguir el objetivo de finalizar las nefociaciones al comienzo de 2018, después de las siete rondas negociadoras previstas. De hecho, mientras los canadienses han mantenido numerosas conversaciones con autoridades estadounidenses con el fin de acercar posturas, en México se ha cometido el error de centrar todo en Trump -y sus tweets – y la negativa a hablar con el, constituye una manifestación de debilidad.

Hay, es cierto, un riesgo de ruptura del NAFTA en su composición actual. Es más sencillo que dos países de niveles equivalentes de desarrollo se pongan de acuerdo. El pragmatismo de Trudeau es importante en esta negociación, teniendo en cuenta que el 75% de las exhortaciones canaxienses terminan en los EEUU. De hecho las relaciones personales son cordiales.

Para México la negociación será por ello especialmente complicada, dado que el riesgo que hay para ellos es superior por su dependencia de los EE.UU. Y todo ello con la construcción del muro en perspectiva y el interés de Trump de que indirectamente (a través de impuestos a la importación) lo paguen los mexicanos.

En todo caso, el proceso que comienza en Washington el día 16 es muy relevante y por ello las negociaciones serán complejas, con todas las escenografías posibles. Especialmente porque se trata de determinar quién es el que obtiene más ventajas para los próximos años. La ruptura es un horizonte complejo por la interpelación que hay entre las tres economías. Y desde luego, el que aparentemente juega con peores cartas es México, cuyo poder exportador depende en buena medida del NAFTA

De hecho, el fracasado TPP puede ser un punto en el que pueden ponerse de acuerdo los tres miembros del NAFTA. Algunos de los aspectos controvertidos hoy -como energía o propiedad intelectual- fueron acordados entonces. Octubre será, previsiblemente, cuando salgan los aspectos más conflictivos y, por ello, cuando se pueda conocer si el riesgo de ruptura es más aparente que real.