¿El TTIP está muerto? En su intervención en el Congreso de los Diputados, Rajoy ha dado por terminado el recorrido del TTIP. A pesar de que propugna «incluso que se siga intentando el tratado de libre comercio con EEUU», reconoce que «Creo que fue una operación frustrada, una de las operaciones más importantes que se pudieron hacer en mucho tiempo». Parece, pues, que para él es algo concluido.

¿Podemos afirmarlo tan tajantemente?

Se suele afirmar que la llega de Trump ha acabado con este Tratado. Sus declaraciones negativas se han dirigido contra el Trans Pacific Partnership (sobre el cuál está claro que, al menos en los próximos cuatro años, no contará con los EEUU si entrara en vigor) o el NAFTA suscrito con Canadá y México y que se va a renegociar a partir de ahora, ante la amenaza de denuncia. Uno y otro tienen un punto en común: la presencia de países en los que sería sencilla la deslocalización de actividades, lo que no ocurre con la Unión Europea. Posiblemente por ello, nunca ha señalado nada en este sentido.

De hecho, sigue existiendo trabajo conjunto en relación con el TTIP. El pasado 9 de marzo, por ejemplo, se reunió el Transatlantic Trade & Investment Partnership Advisory Group. También en marzo se llegó a un acuerdo sobre prácticas farmacéuticas entre ambas partes. Cambiando la pregunta inicial ¿habrá TTIP? ¿Es un muerto que goza de buena salud?

Ni lo uno ni lo otro.

El TTIP tenía grandes dificultades incluso bajo la Presidencia de Obama. El objetivo era muy ambicioso y la separación demasiado grande. Cuestiones como las denominaciones de origen o la apertura del mercado estadounidense de la contratación eran obstáculos de difícil superación. Sólo su valor político, que les oponía a China, la India y su Regional Comprehensive Economic Partnership (que se aprobara a lo largo de 2017) mantenía la ilusión de concluirlo con éxito. Ambas partes tienen problemas demográficos similares y un acuerdo de esta naturaleza podría ser de utilidad. Posiblemente por ello, la Unión Europea lo mantiene en stand by a la espera de tiempos mejores.

Hoy el CETA puede cumplir algunos de los objetivos del TTIP. La integración entre Canadaá y EEUU, el amplio número de filiales estadounidenses radicadas en Canadá hacen que, más allá del fracaso político (mayor para Europa) las consecuencias económicas no sean tan dramáticas. Sobre todo cuando se comprueben lo optimistas que eran alguno de los estudios que están en la base del TTIP.

A ello se añade que el TISA, Trade in Services Agreement, que se negocia en la Organización Mundial del Comercio tendrá efectos importantes abriendo nuevos mercados. El riesgo de deslocalización no es tan importante y los beneficios empresariales pueden ser mucho mayores. Creo, en este sentido, que el TiSA es el gran riesgo que existe ahora para el Estado del bienestar.

La presión popular es otro factor importante. Desde la derecha y la izquierda se está procediendo a una crítica que realza la separación entre las élites y la población. El TTIP (que no el CETA) es la bandera actual de los movimientos antiglobalizacion en Europa y sus efectos políticos son insospechados. No olvidemos las manifestaciones en Alemania contra este Tratado.

Hay un actor que va a padecer que el TTIP no salga adelante: la Unión Europea. Desnortada, aturdida por el Brexit, sorprendida por el rechazo que provoca, sin un proyecto claro; fió su futuro al TTIP y a los Tratados comerciales como el CETA. Este último puede ser su único rédito, muy poco teniendo en cuenta todo lo que ha apostado, reduciendo competencias de los Estado, limitando la participación ciudadana… y viendo como el Reino Unido rehace su política comercial bilateral con EEUU y como China, la India y Japón impulsan el RCEP. Y por ello, no podemos dar por muerto al TTIP ni a estos Tratados.

La experiencia del Acuerdo Multilateral de Inversiones la tenemos que tener presente. Tras su sonoro fracaso, la idea quedó en hibernación hasta que se rehizo a través de estos Tratados, del tipo de CETA, TTIP o TiSA. Forman parte de un estado de evolución del capitalismo y los capitalistas que requieren reducir barreras, extender mercados, impulsar una globalización asimétrica en la que hay unos pocos ganadores y muchos perdedores. De la hibernación del TTIP surgirán otras formas jurídicas que darán respuesta a las necesidades del capitalismo.

Los Tratados de nueva generación, como el TTIP, son instrumentos normativos que aúnan dos tipos de contenidos: por un lado, disponen de elementos que los acercan a los acuerdos internacionales de liberalización del comercio internacional, aunque en materia arancelaria poco hay que reducir debido a la poca tributación que hay. Por el otro, tienen una raíz “constitucional”, en el sentido que contienen reglas de regulación de la economía, que se concretan además en determinados sectores económicos; incorporan mecanismos de regulación uniforme que se impone a los Estados y, asimismo, estructuran un nuevo procedimiento de resolución de conflictos relativos a inversiones.

Es cierto que en esta ocasión se ha querido llegar muy lejos. Desde una perspectiva estatal, lo más relevante de estos Tratados de nueva generación es su fuerza constitucional que incluye la capacidad de alterar reglas sin necesidad de modificar las Constituciones de los países en los que se va a aplicar. Una fuerza constitucional en todo lo que afecta a la ordenación de las actividades económicas y a cómo se articulan en la práctica los instrumentos de regulación y de resolución de controversias. Paradójicamente, en el marco de la Unión Europea no son los Estados los que están negociando sino que es la Comisión europea la que lo hace, en ejercicio de la política comunitaria del comercio.

Que no aprobarse el TTIP sea positivo es indudable desde una perspectiva democrática y de preservación del Estado social. He insistido en otras ocasiones y no merece la pena repetirse. Pese a lo dicho por Rajoy, de momento solo hiberna. Pero sí conviene recordar que estos movimientos no son sino un escalón más de un fenómeno global. Y por ello, tendremos que estar atentos a sus nuevas manifestaciones.