Blockchain y derecho de voto

Las últimas elecciones generales plantearon el problema de la efectividad del derecho de voto de los no residentes. La regulación actual dificulta ostensiblemente el ejercicio del voto, en la medida en que los envíos de las solicitudes de voto, de las papeletas de voto y finalmente del voto hacían materialmente imposible que en muchos casos llegaran a tiempo. 

El problema anterior es sustancialmente importante. En este momento, hay aproximadamente dos millones de personas que están inscritos en el censo de residentes en el extranjero y que, en consecuencia, tienen difícil participar en las elecciones. Y, el año próximo, tendremos elecciones municipales, europeas y autonómicas; con un grave problema sin solucionar.

La tecnología blockchain podría proporcionar un marco para solucionar este problema y para mejorar, en general, los procesos electorales. Ya se están dando los primeros pasos en otros lugares del mundo (West Virginia o Suiza, entre ellos) y debería ser el momento en que nos planteemos la posibilidad de introducirla en nuestro ordenamiento.

La tecnología blockchain reúne, en mi opinión, los elementos para que todas las garantías del voto se cumplan. Como es conocido, las cadenas de bloques constituyen un gran base de datos en las que se garantiza la integridad e inmutabilidad de sus elementos (por su carácter disperso) y en el que las aplicaciones anejas permiten disponer de consecuencias a la inclusión de un nuevo elemento. Es lo que ocurre con los smarts contracts y que se puede aplicar a los procedimientos electorales.

La tecnología blockchain permite, por un lado, garantizar la integridad, inmutabilidad y anonimato del voto. No es, por tanto, un simple mecanismo de voto electrónico, tal como fue hackeado por los rusos en las últimas elecciones estadounidenses. En segundo lugar, facilita el voto ya que en cualquier punto del mundo con acceso a internet se puede ejercitar el voto de forma cómoda, con lo que, en principio, se incrementará la participación electoral Al mismo tiempo, facilita algo que en este momento no se cumple: el archivo de todos los sufragios. Y, por último, agiliza el recuento. 

A cambio, perdemos el halo romántico de ir a la urna, introducir la papeleta y participar de toda la ceremonia del recuento electoral.

Pero, ¿qué sería necesario?

Para que la tecnología blockchain pueda ser válida en los procesos electorales harían falta tres elementos, que nos conducen a una conclusión:

  1. En primer lugar, haría falta una acreditación suficiente del aparato tecnológico con el que se va a ejecutar el voto. Esto se habría que hacer a través de un sistema de doble garantía normalmente el envío de un mensaje de texto más una lectura de huellas. A él llegaría la aplicación del organismo de verificación que permita garantizar todos los elementos del proceso de voto. En nuestro país, el DNI electrónico haría que fuera relativamente fácil y la tecnología que proporcionan los organismos públicos que gestionan el DNI 3.0 haría que dispusiéramos de un respaldo que vigilara el correcto desarrollo del proceso. En otros países, por el contrario, están recurriendo a entidades privadas para que lo hagan y en algunos países, como Estados Unidos, tienen dificultades por la problemática que plantea la ausencia de documentos públicos de identificación (con o sin imagen de su titular).
  2. En segundo lugar, sería necesario una acreditación del votante en el momento de ejercer el derecho de voto. No basta con que el aparato tecnológico esté autorizado sino que el voto es personal e intransferible. Aquí la opción pasaría por una acreditación doble, que podría ser la lectura de huellas más la utilización del reconocimiento fácil; una tecnología que se está imponiendo en los móviles de última generación, para aplicaciones muy diversas, entre otras los pagos; sin que, hasta el momento haya resultado problemático. Aquí la blockchain introduciría todos los elementos para garantizar que el voto se produce durante el horario de votación e incluso podría haber un comprobante de que el tocken de nuestro voto ha llegado a la dirección electrónica adecuada.
  3. Y, por último, una aplicación electrónica en la cadena de bloques que permita garantizar el anonimato del voto, esto es la disociación entre voto y votante; algo básico en los procesos electorales y que es perfectamente factible en la actualidad.
  4. Como consecuencia de todo lo anterior y utilizando las posibilidades normales de la tecnología blockchain, nos permitirá la conservación de la “papeleta” electrónica de voto para el caso de que haya reclamaciones; algo que ahora no es posible, ya que sólo se remiten a las juntas electorales las de las mesas problemáticas. Esta conservación electrónica de votos permitirá verificar que no se ha producido ninguna alteración y, de hecho, el votante tendrá constancia en todo momento de su voto (sin poderlo cambiar) y de que no han venido agentes externos a cambiar su decisión.

Estos tres elementos son factibles en la actualidad. Haría falta un ensayo de que resulta posible y que no tiene complicaciones. Las dos primeras fases, que son las más complicadas en la medida en que participan dos actores (el futuro votante y el organismo público) se podrían realizar de forma bastante rápida en menos de 48 horas; un tiempo muy inferior al actual para solicitar el voto por correo, recibir las papeletas por correo y ejercer el derecho.

En el otoño próximo, West Virginia va a utilizarlo para las elecciones que tienen convocadas. El número de residentes que se encuentran en el exterior es extremadamente importante y por ello consideran que es conveniente explorar esta tecnología para que puedan participar en los asuntos públicos.

En nuestro caso, la emigración al exterior de la época de la crisis económica no ha incentivado la forma de que la ciudadanía en el exterior (o los que tienen dificultades de movilidad, o los que están ausentes por razones variadas) puedan ejercer el derecho de voto. La evolución de la tecnología blockchain hace que sea el momento de plantearlo. Sus posibilidades son múltiples en los procesos políticos, empezando por el impulso a la participación ciudadana en la toma de decisión a través de los referéndums. Y es una tecnología que ha llegado para quedarse, así que deberíamos ponernos a explorar todas sus posibilidades.